La democracia no es perfecta pero es un instrumento para evitar el caos como estamos comprobando. La democracia imperfecta no es una carretera que tendría que ser reparada pero justo la característica de nuestra democracia, donde ya estamos acostumbrados a vivirla.

Podemos decir que la democracia es una desconfianza organizada. El esceptismo del ciudadano es el ejemplo de que este sistema es aceptado.

El sistema de partidos políticos, por sus intereses e ideas no se encuentran en línea con la realidad y continuamente vemos los cambios entre los votantes. El votante nunca es escuchado, solamente es interesante durante la campaña de las elecciones, pero es rápidamente olvidado.

Una vez cada cuatro años, se abren las cortinas para ver sus caras y estrechar manos y al día siguiente de las votaciones esas cortinas se cierran durante los cuatro años siguientes.

La comunicación con el ciudadano ha desaparecido, pero al mismo tiempo aparecen las críticas sobre nuestros gobernantes. En la política local, una vez que llegan a los sillones del concello, se sienten muy importantes y algunos alcaldes se convierten en un sheriff y aquí vemos la gran brecha entre la política y los ciudadanos.

Las coaliciones nos ofrecen una política muy diluida, donde los votantes no se reconocen con sus partidos, distanciándose aun más.

El resultado es que cada vez vemos menos democracia.