Con el primer café esta mañana he escuchado: "El tiempo no pasa, pasa la vida"... "El tic tac de la vida".

Y así es, a un día de empezar mi niño por primera vez las clases, no sé echar muy bien cuentas de la vorágine que ha supuesto la maternidad durante estos tres años, con momentos que parecían que se estancaban en los minutos y que a ratos volaban sin perdón.

Esa sensación agridulce de hacer balance en determinadas etapas marcadas por algo, cuando realmente deberíamos sopesar la balanza cada noche antes de sumergirnos en nuestros sueños más anhelados.

Estos días de cambios miro a mi pequeño y siento la magia de aquellos primeros días sintiéndolo a mi lado en el hospital; la angustia de sus "enfermedades"; la felicidad que irradia nuestro mundo cuando sonríe; la impotencia cuando llora; frustración, amor infinito... inexplicable.

Y sé que no me pertenece, ni él, ni su tiempo, ni su vida, ni su tic tac; pero en el refugio de su inocencia encuentro mi calma, mientras yo intento ser su paz.

Suerte pequeño, que esto solo acaba de empezar.