Entender este problema es difícil y darle una solución es tan duro que mejor será ignorarla. Un enjambre de seres humanos que desesperados montan sobre unas arcaicas "pateras" buscando... ¿lo qué...? Ya no es cuestión de buscar una nueva vida porque esa seguramente ya no existe en sus mentes. Unas nuevas tierras que sus generaciones las ven más allá de lejanos sueños donde el entendimiento es una pura utopía. Nada nos une y todo nos separa y aún así le abrimos nuestras puertas, entrando desbocados sin saber lo que es aquel simple bocadillo que nunca probaron.

Vienen sin aportarnos nada porque nada tienen que aportar, salvo hambre, enfermedades, miseria,violencia y un largo etc. de sus propias miserias, de un mundo que no es el nuestro ni somos responsables de su existencia para justificar ese bocadillo con una vaga sonrisa mientras no entren por nuestra propia casa. Mientras, sus multimillonarios llamados paisanos o emires, los que llevan su mismo pensamiento religioso bajo el amparo de un extraño nombre del Gran Mahoma, son los primeros en olvidarlos. En el otro extremo, los también todopoderosos dueños del mundo alimentan sus guerras tribales para justificar su venta de armas y hasta su hambre, protegiendo sus inmensas riquezas fruto del petróleo y del hambre de su pueblo. Ellos, los emires de esas tierras, deberían ser obligados a desarrollar el progreso de sus pueblos y no darles solo un pescado para comer sino enseñarles y darles lo necesario para pescar esos y otros peces.

Nadie tiene el derecho a la intromisión en otro país pero sí tenemos, como pueblos más desarrollados, la obligación moral y humana en eliminar la existencia de la esclavitud, el hambre y la ignorancia en otros pueblos y de ser necesario con exterminar a esos emires que se consideran herederos de la vida y la muerte de sus vecinos por unos falsos y arcaicos planteamientos religiosos pero claro, cuando una demagogia religiosa se une a una interesada y egoísta democracia no nos queda tiempo para reflexionar sobre el hambre que obliga a estos seres humanos, ¡que lo son!, a montar en una arcaica patera camino de una muerte anunciada, mientras los pozos de petróleo broten oro bajo el nombre de Alá.