Soy una madre cuyo hijo acudía por primera vez junto a sus amigos al concierto que se celebraba el 12 de agosto en O Marisquiño de Vigo y fueron unos heridos del accidente. El motivo de esta carta es para contar un poco cómo viví personalmente este trágico accidente y dar las gracias porque no haya acabado en una tragedia.

En cuanto me enteré del accidente por medio de una llamada telefónica (23:57), acudí al lugar,ya que no podía contactar telefónicamente ni con mi hijo ni con ninguno de sus amigos (porque los teléfonos no daban línea). Cuando llegué a las (00:20) aproximadamente, ya estaba toda la zona acordonada (aquella imagen no se me quitará nunca de la cabeza), los chavales abrazados unos a otros llorando, otros con crisis de ansiedad, otros quitando a sus amigos en brazos... y en la zona que estaba acordonada (a la cual no dejaron pasar), jóvenes por el suelo siendo atendidos por personal de las ambulancias, no paraban de entrar y salir ambulancias con sus sirenas. Fue horrible. Al no dejarme pasar para el lugar del suceso, empecé a correr desesperadamente de un sitio a otro sin saber a dónde ir en busca de mi hijo y de sus amigos. Cuando al fin los encontré (01:00), estaban en estado de shock, con heridas leves (rascazos por todo el cuerpo) y muy preocupados intentando saber algo de tres de sus amigos que ya se los había llevado la ambulancia.

Después de que me contaron lo ocurrido (un infierno) y ver que dentro de lo que cabe, estaban bien, fui hasta el punto de información que tenían en la Plaza de la Estrella para saber a dónde habían llevado a sus tres amigos, no sabían el lugar concreto, porque fueron llevados a distintos centros médicos. Finalmente una estaba en el Álvaro Cunqueiro, otro en Fátima y otro en Povisa. Los dos últimos ya fueron dados de alta, mientras que la amiga sigue ingresada en el Álvaro Cunqueiro.

Quiero agradecer: a todos los chavales que se ayudaron unos a otros (aún estando heridos) a salir de aquel agujero; a los servicios de intervención y rescate (policías, ambulancias, bomberos), por su rápida y eficaz actuación; también quiero agradecer al alcalde, Abel Cabalero, por acudir tan rápido al lugar y preocuparse e interesarse por todos los chavales que allí estaban; y, como no, nunca podré olvidar ese 12 de agosto (día de Sta. Lucía) porque esto fue realmente un milagro.