Si la tendencia natural del espíritu humano es creer antes de saber y si fe es creer lo que no vimos, esta debe ser la teoría que se aplican los partidos políticos para elaborar sus "encuestas precocinadas". Véase la correspondiente al pasado 2 de julio, elaborada por el CIS cuando el responsable de la misma tiene relación con el partido que gana con una considerable ventaja, ¿les parece tan curioso como a mí?

En todas ellas hay un algo común, la autoridad que ejercen sobre sus votantes, aun siendo estos conscientes de que, al fin y a la postre, todo se debe a una serie de artimañas. La más común es verificar la encuesta (a veces manipulada) para que salga a la luz cuando sus autores crean que es el momento propicio. Ahí empiezan las dudas, en este caso la mejor defensa contra la cerrazón mental es empezar a no creer en las promesas electorales, mientras no se nos demuestre que pueden llegar a convertirse en hechos reales. En un principio, todas las ideas que nos presenten son de respetar, pero nos asiste el derecho a cuestionarlas siempre que estén carentes de convición. La validez de una promesa depende de su efectiva utilidad. Es mejor equivocarse pudiendo rectificar que someterse a la rutina. Con un mínimo análisis de la realidad, yo tomaré la decisión que crea más oportuna cuando vea que coinciden cuatro supuestos: 1.- Cuando abandonen el uso de la mentira como baza electoral. 2.- Cuando presenten soluciones alternativas, que nos hagan olvidar ciertos hábitos. 3.- Cuando entiendan que el respeto es primordial para un buen entendimiento. 4.- Cuando exista un cambio radical de actitudes, evitando todas aquellas que nos arrastraron al fracaso. Pensando en el imposible cumplimiento de mis propuestas, por parte de quienes han de llevarlas a cabo, mi triste conclusión es no votar. No termino sin permitirme darles un humilde consejo: Quien sabe construye callando, procura que tus actos hablen más de ti que tu lengua y llegarás a conseguir que tu bandera sea la coherencia.