No estoy muy al tanto del fondo y forma de las plataformas de transporte que se ubican tras las siglas de Uber y Cabify, salvo que compiten con el sector del taxi, al parecer, ofreciendo tarifas más bajas. Como no soy un neoliberal al uso, tampoco participo de la idea de que el mercado es quien mejor decide en asunto de costes, siendo manipulados en la sombra por los que están en la cúpula.

Me parece, pues, que bien está que los taxistas defiendan su trabajo si es que existe una competencia ventajista de la otra parte, y lo que empezó siendo una especie de economía colaborativa se haya podido transformar en encubiertas empresas transnacionales donde unos pocos se lo llevan crudo a costa de la sobreexplotación y el esfuerzo de otros muchos, así como de la evasión impositiva.

Ahora bien, es preciso recordar como los sectores del transporte público-privado, tanto de pasajeros como de mercancías, se han movido siempre dentro de unas coordenadas de corte mafioso, trazadas por los grandes propietarios del sector --también en el aparente individualismo del taxi, donde se trafica con el coste inasumible de las plazas, con traspasos de hasta 150.000 euros y más, hábilmente eludido por el presidente del sector, Julio Sanz, en una entrevista televisiva-- y que suelen ser activos militantes de derecha: recuérdese la huelga del transporte contra Rodríguez Zapatero, en el año 1998, que llegó a paralizar las fábricas de automóviles en los apenas ocho días que duró, amén del desabastecimiento en combustibles y otros productos.

No puede ser casual que hayan esperado la llegada del nuevo Gobierno, con el tiempo que lleva ya este problema en el candelero, para hacer el estallido cuasi revolucionario: su capacidad de presión por las ramificaciones de su actividad es muy superior al número de sus componentes, unos 60.000. No puede tolerarse que un colectivo tan minoritario pueda poner en jaque a todo el país, sin la mínima actuación de las fuerzas policiales, mientras, como me wasapea un catalán no independentista, se reprime duramente a manifestantes pacíficos por expresar sus anhelos políticos.

Yo, hoy por hoy, a salvo de informaciones que modifiquen mi criterio, si tuviera que echar mano de un taxi, trataría de agenciármelo en los canales alternativos. A última hora, parece que la huelga ha sido suspendida hasta nueva orden de la patronal: espero no haya una bajada de pantalones y se nos aclare bien la disputa.