En el momento de escribirte estas líneas, suenas ya como integrante de un nuevo club, la Juventus. Me alegro un montón. Reconozco ser un madridista de toda la vida, moderado y crítico con el equipo, cuando así lo entiendo. A diferencia de mi hijo, es lo que tiene la edad, que defiende a capa y espada a su Madrid, y a ti personalmente.

La verdad es que yo estaba deseando tu salida desde hace ya tres años, no por otra cuestión que no sea la de tu actitud personal, para con el resto de tus compañeros, y la imagen que has paseado por los campos de todo el mundo, en especial los españoles, que es lo que me importa. Esa imagen de soberbia, de egocentrismo, de narcisismo, de individualismo, en una palabra de chulería, no son propias de un grandísimo jugador, como así lo reconocemos todos los aficionados al fútbol. Has logrado que en todos los campos que visitaste, sobre todo en estos últimos años, te pitaran todas las aficiones. A otros ídolos como tú se les aplaudía porque se reconocía el valor deportivo, su buen hacer en el campo y su humildad. Has querido ser el centro del equipo y en ocasiones has querido empequeñecer a tus compañeros hasta casi humillarlos, solicitando su abrazo y su reconocimiento cuando metías uno de los muchos goles con los que nos deleitaste. No te alegrabas tanto cuando eran tus compañeros los que metían esos goles. Las cámaras en directo no mienten. Has querido ser más que el club. Tu última acción, que dejó tu imagen personal por los suelos, fue al término del partido que nos dio la consecución de la Champions número 13. Indecente conducta de cualquier profesional que se tercie, de cualquier integrante de cualquier equipo y de cualquier deporte.

Sin lugar a dudas, con esa traca final, no esperaba otra cosa que tu marcha inmediata del Madrid. E insisto, me he alegrado muchísimo. Mira, Cristiano, no cabe duda de que eres uno de esos ídolos que todos en la infancia hemos tenido. Pero solo porque en lo deportivo eran muy buenos. Cuando ya uno va siendo mayorcito, nos hemos fijado también en otros valores. El fútbol es un juego de equipo, y es lo que hay que fomentar entre los chavales, tanto los clubes como los padres. Los individualismos se quedan para otros deportes, donde brilla el deportista de forma particular. Has conseguido que los niños de hoy, mi nieto en particular, admiren tu buen hacer futbolístico, e incluso imiten tus gestos y sonidos cuando consiguen un gol con su equipo. Espero y deseo que no imiten tu actitud en el campo con sus compañeros y tenga, si algún día llega a ser algo en el fútbol y fuera de él, la humildad de la que tu careces. Los ídolos de pies de barro no me han gustado, y tú los tienes. Otros como tú o que han sido mejores, andan arrastrados por el mundo adelante.