En 1.700 varias compañías navieras se repartían el comercio en el mundo. La VOC holandesa, la EIC inglesa la Compagnie francaise, la Companie danesa y la sueca, se disputaban colonias de Suramérica, África, Asia y Oceanía. Era posible ya sazonar con pimienta blanca y clavo de las Molucas. El cacao ya viajaba de Venezuela a Europa fluidamente. El tabaco salía de Virginia o Cuba para ser fumado por los pulmones de otros continentes. El azúcar endulzaba los paladares parisinos desde Martinica o Guadalupe, las islas del azúcar. También se azucaraba Amsterdam desde las islas caribeñas de Bonaire y Curaçao. La porcelana viajaba desde Jidezhen (China). La indofrancesa Pondichery enviaba todo tipo de especias. Incluso las lejanas Sulawesi del Pacífico estaban en el mercado. Y Tahití era española.

No es un cuento filipino lo del mantón de Manila. La plata estaba muy barata porque se extraía en Suramérica.Hablando de té se pelearon Londres y Boston. Por todo esto, el cuento de la globalización es muy antiguo. Tres o cuatro empresas se comen el pastel en un planeta exhausto. Quizás antes no teníamos tanto poder de contaminación.