La sociedad actual, que Bauman califica de "líquida" por la incesante fluidez y movilidad fomentadas por la necesidad de consumir de un modo acelerado, obliga a la constante renovación de todo en poco tiempo. Según el célebre sociólogo, este imperativo de recambio y la consiguiente amenaza de obsolescencia alcanzan también a las personas, tanto en su vida profesional como privada, y es motivo de que los mayores o ancianos tiendan a ser considerados desfasados en cuanto a costumbres y conocimientos. Todo lo contrario de la forma en que eran valorados en épocas precedentes, en las que se recurría a ellos por su experiencia y sabiduría de la vida (no olvidemos que la palabra "senado" proviene del latín "senex", anciano, ni el refrán popular que sentenciaba: "del viejo, el consejo"). Pero el ritmo excesivamente rápido del mundo presente necesita como contrapeso de la calma y serenidad que pueden aportar las personas de edad, mientras que estas, a su vez, precisan de mayor reconocimiento y valoración social.