Los acontecimientos en Cataluña me preocupan desde hace muchísimos años. Sin embargo hay todavía españoles, que son muy dados a no ver la realidad de las cuestiones, hasta que estas nos devoran. A juzgar por las siempre discutibles encuestas del CIS, a los españoles el problema catalán les queda como algo lejos: ya lo resolverán, no pasa nada, que le den a Cataluña, que se vayan, etc., son algunas de las muchas expresiones que se dicen para no entrar a valorar lo suficiente dicho problema.

El Sr. Iceta, presidente del PSC, ha puesto el dedo en la llaga al afirmar que de seguir así la cuestión catalana, puede provocar un enfrentamiento civil. Coincido plenamente, aunque solo sea en esa afirmación. ¡Ojo al parche!

¿Qué alternativas tiene la cuestión catalana? Lejos de la rimbombancia de declaraciones políticas de nuestros representantes, o políticamente correctas, o diplomáticas, es decir en lenguaje liso y llano son estas:

Un cambio de la Constitución urgente para, entre otras cosas, permitir un referéndum pactado. Un cambio en la Constitución para convertir España en estado federal.

Un estatus especial para Cataluña, lejos del actual estatuto de autonomía. Suspender, más allá del artículo 155, la autonomía Catalana.

El mantenimiento de la ley, juzgando severamente a los culpables de este desaguisado actual.

Y en último recurso, el empleo del ejército para el control del orden, pues las fuerzas policiales, se verán desbordadas.

A mi criterio esperan tiempos más difíciles. El diálogo ha fracasado desde hace tiempo, pues los planteamientos de las partes son antagónicos. Las tres opciones primeras implican un consenso de todos los españoles, representados por los partidos políticos. Son posibles, pero no probables, entre otras cosas por los agravios comparativos con otras autonomías, pero en cualquier caso tendrían que intervenir todas la fuerzas políticas sin exclusión alguna, como se hizo en la transición. La cuestión es que, una de las partes, lógicamente los que desean la independencia por la vía rápida, saltándose las leyes a la torera, no están dispuestos. A mi juicio y por lo tanto, solo restarían las tres últimas, que son el recurso que el Estado tiene para defenderse y defendemos, de los que no acaten, pese a las ideas respetables, las leyes que todos debemos cumplir en un Estado democrático, como lo es el nuestro. Pero estas tres solo serán un mero instrumento para restablecer y volver al inicio de la cuestión. Ni más ni menos que plantearnos de nuevo, que queremos que sea nuestra España. Para mí, ha quedado resuelta en la transición. Se ve que para otros no.

Probablemente en cualquier país centroeuropeo, con mayor solera democrática que el nuestro, el problema catalán ya se habría resuelto y a nadie le dolerían prendas. Probablemente los partidos políticos harían una sola causa entorno a su presidente, primer ministro o Rey, defendiendo el Estado y su Constitución. Aquí estamos pensando en derribar al presidente cuanto antes. No seré yo quien defienda los errores del Sr. Rajoy, ni tampoco alabaré sus aciertos, que de todo hay, pero en este momento la cuestión catalana prima sobre otros asuntos, y toda la ayuda la va a necesitar el presidente y el Gobierno. Los españoles nos la estamos jugando. La situación es grave, pues está en juego la supervivencia de la nación española, como tal. Ya vendrán las elecciones.