La "Humanae vitae" -ahora se cumplen 50 años de su publicación- supuso para unos un gesto heroico de Pablo VI ante una mentalidad inmersa en la revolución sexual del mayo del 68. Y para quienes se oponían a ella, fue el símbolo de la incoherencia de la Iglesia con los postulados del Concilio Vaticano II y la negativa más traumática para los cristianos en nuestro tiempo. Juan Pablo II dijo, refiriéndose a los inmediatos años posteriores al Vaticano II, que "en continuación con la contestación de la "Humanae vitae", se ha puesto en discusión la misma doctrina cristiana de la conciencia moral, aceptando la idea de una conciencia creadora de la norma moral".

La "Humanae vitae" no es ahora una cuestión pacífica. De hecho, hay quien afirma que hay una agenda oculta moral en la puesta en práctica de este pontificado, que comenzó con la "Amoris laetitia" y que concluirá con revisar encíclica de la píldora. La cuestión es qué hacer con las dos afirmaciones básicas de la encíclica, la existencia de actos intrínsecamente malos y la subordinación de la conciencia como obediencia a una ley anterior. Principios que no bastan para fundar la moral cristiana, pero sin los cuales no se entiende la moral cristiana.