Del banquillo o del montón. Empieza a proliferar el político que llega al cargo -o a la candidatura-, porque no hay otros y porque los otros no se dejan o simplemente renuncian. Es una especie política de suplentes. Eran los que estaban más a mano, los que se han dejado o los que han dicho que sí cuando se lo han propuesto. No es que sean de segunda fila, es que hay casos en los que son de cuarta o de quinta. Y así nos va.

En todas partes cuecen habas y en todos los gobiernos nacionales, autonómicos y municipales proliferan los políticos que han salido directamente desde el banquillo de los suplentes al cargo pero, una vez más, es Cataluña la que se lleva la palma. La cosa comenzó con Puigdemont. Enfangado Artur Mas -y con el partido deshecho en pedazos- no era fácil que nadie de las primeras filas se hiciera cargo del embolado que suponía la presidencia de la Generalidad de Cataluña; hubo negativas a todas las propuestas, hasta que apareció el que dijo sí a todo lo que había que decir sí, y llegó Puigdemont a la Plaza de San Jaime.

Ha seguido Roger Torrent en la presidencia del Parlamento catalán. A la vista de lo duras que son las camas de las cárceles y de lo áspero de las mantas, Carmen Forcadell se apresuró a declinar el honor de continuar en el sillón presidencial. Otra vez la búsqueda y las negativas. Se barajaron varios nombres y rápidamente los señalados miraban para otro lado. Y las miradas se dirigieron al banquillo y apareció Roger Torrent, encantado de haberse conocido, y dispuesto, como diría un castizo, a "pintar la mona".