Son muy pocos los políticos que pueden hablar como Soraya Sáenz de Santamaría. Habla como una metralleta, pero sin hacer ruido, donde sus palabras con un gran contenido penetran profundamente, produciendo una gran confianza y respeto. Sus pausas y miradas subrayando la seriedad le dan más personalidad en sus discursos. Y eso lo hemos comprobado el jueves pasado en el Senado, sobre el artículo 155.

Puigdemont, que tanto diálogo quería, no se presentó por miedo a quedar en ridículo ante la vicepresidenta, que necesita de tacones para alcanzar el micrófono. Los catalanes dicen no entender a Rajoy por ser gallego, pero este es muy astuto, su mano derecha está representada por esta mujer de ojos grandes, atractiva y muy optimista.

El jueves pasado, en su discurso sobre el artículo 155 de la Constitución, desbloqueó muy fácilmente los pestillos de la Generalitat y ahora los tendrá que engrasar para que todos los catalanes no encuentren problemas al atravesar las puertas de la libertad, de la que tanto hablan.

La vicepresidenta tendrá que mantener a Cataluña sobre el nivel del mar para que no se hunda, por la explosión que causó la urna de cristal con los votos secretos de los valientes nacionalistas que permitió la presidenta del Parlament.

Los españoles admiran mucho a la vicepresidenta y ya la ven como la sucesora de Mariano Rajoy.