Los robots llevan décadas entre nosotros y han venido para quedarse, perfeccionarse y multiplicarse. Lo positivo de su utilización en la industria viene dado por un aumento de la producción en las cadenas de fabricación y montaje. Lo negativo, que elimina mano de obra y, en consecuencia, destruye empleo.

Los robots no cogen bajas por enfermedad, aunque requieren, eso sí, un exhaustivo mantenimiento, preventivo o correctivo, porque también tienen averías, naturalmente. No necesitan días libres para asuntos propios, ni para cuestiones familiares, ni tampoco cogen vacaciones pagadas. Su implementación, qué duda cabe, requiere de una inversión importante. Pero esa inversión se amortiza en un plazo relativamente corto, debido a que, al incrementarse la producción reduciendo los costes de fabricación, aumenta la productividad y, por consiguiente, la cuenta de resultados refleja mayores beneficios.

¿Cómo se financiarán, entonces, la Atención Sanitaria, el Sistema de Pensiones, las prestaciones sociales, etc.? Asumiendo las empresas robotizadas, un canon específico por cada puesto de trabajo sustituido por un robot. Y aquí paz y después gloria.