Esperando un tren que nunca saldrá o que tal vez ya haya salido mucho antes de que tuviese la posibilidad de comprar un mísero billete. Allí sentado, como parte del mobiliario de la estación, se encuentra él: un hombre de mediana edad acompañado por su mochila gris y la carga de un pasado que lo ha adelantado para dejarlo fundido en el mismo asiento todos los días a la misma hora. Protegido por el aire acondicionado en verano, e ignorado por todos los que lo miramos pero no queremos verlo por miedo a que nos pueda contagiar y un día nos despertemos sentados ocupando su lugar cuando él ya no esté.

Me pregunto cómo ha sido el viaje que le ha conducido hasta esta estación: ¿un solo error?, ¿un cúmulo de ellos?, ¿el reparto de unas malas cartas? Realmente, conozco la respuesta; realmente no quiero oírla porque me convertirían en el cómplice de una sociedad cada vez más injusta.

El miedo que siento al verme reflejado en ese desconocido es lo que cada vez nos alienta más a nosotros, pero sobre todo a nuestros hijos a una lucha por ser el mejor. El mejor?: el que saca mejores notas, el que gana más dinero, el más implacable con el resto de sus congéneres, el que tiene la mejor casa, el coche más grande?Todo, cimentado sobre las vidas perdidas en estaciones, sueños rotos por calificaciones insuficientes para entrar en una facultad, dependientes no independientes económicamente, pensionistas convertidos en medio pensionistas, insanidad pública?

El Banco de España estima que recuperará 14.275 millones de euros de los 54.353 millones del rescate.