En el contexto en que vive en estos momentos Venezuela se vuelve a hablar de diálogo como medio de encontrar alguna solución posible al conflicto. Pero sin negar las virtudes del diálogo, está claro que la situación a que se ha llegado en Venezuela, dialogar parece más una utopía que una realidad. El diálogo en política y en otros ámbitos, solo es posible si las partes enfrentadas tienen la intención decidida de llegar a un acuerdo que siempre supondría la admisión por las dos partes de argumentos contrarios. Por desgracia, no parece que Maduro tenga la menor disposición de dialogar, por muchos intermediarios que la comunidad internacional le ha enviado en estos últimos meses de violencia, sangre y hambre.

De momento solo se vislumbra como posibilidad para suavizar al menos la situación, una actuación internacional firme y decidida a sancionar las vulneraciones de los derechos humanos. Es urgente que el mundo sepa que ningún país puede tener derecho alguno para acabar con la libertad en nombre de una ideología.