Sabemos cuándo una civilización entró en decadencia si la mayoría del tejido social se guía por el valor de menor peso (sentimiento), no por el de mayor peso (pensamiento racional). Vivimos hoy una apoteosis del sentimiento, que prolifera y ocupa los vacíos que va dejando un pensamiento en fuga sistemática.

En analogía energética, sentimiento equivale a calor; pensamiento, a luz. La Termodinámica enseña que la luz es matriz energética productora de otras energías menos útiles: biológica, química y, en último término, calorífica. El calor viene a ser la energía más degradada y es incapaz de generar cualquier otra energía útil; sería esa energía que ya no da más de sí, a diferencia del resto de energías que, según sean, generan vida o materiales de diverso tipo.

En correlato político, el actual trance histórico -auténtica divisoria- nos ofrece excesivo calor y escasa luz. Nada es importante. Todo es urgente. Ideas degradadas adquieren rango de sentimiento: cambian a velocidad frenética sin un porqué de sustitución de unas por otras. El cambio por el cambio es axioma y además elevado a categoría de panacea. Es tendencia universal. ¿A dónde vas, Fulano? No sé pero llevo una prisa enorme...

En analogía de barco: la veleta marca el rumbo; la brújula adorna. Un optimista de cocaína podría rebatir esto diciendo: ¿pero acaso no vamos viento en popa a toda vela? O quizás recrimine: no seas cenizo porque nunca hay rumbo malo ni puerto alguno al que arribar. Nihilismo.

En analogía de arquitecto: se edifica la casa común cimentada en nubes.

En analogía sentimental: "Te quiero pero no te amo", frase para validar divorcios sin mediar maltrato. "Te quiero" viene a ser: me tratas bien. "No te amo" significa: se esfumó nuestra química. Este es, en esquema, el panorama actual.

Las humanidades y más recientemente la neurología nos aseguran que pensamiento y sentimiento actúan siempre imbricados y solo cabe separarlos a nivel didáctico. El sentimiento jamás se extingue. Es imposible no sentir estando vivos. De hecho la hipótesis de no sentir sería el sentimiento más doloroso de la vida.

Tampoco se extingue el pensamiento, el cual aparece condicionado -no determinado- por el sentimiento aunque responda con estilo diferente. Véase: cuando pienso, también siento porque la abstracción absoluta no existe. Sin embargo, cuando siento, no siempre pienso porque en estado de conmoción sentimental el calor que de ahí mana -de índole psicológica- es tan espeso que impide al pensamiento -factor de índole espiritual- ejercitar su papel de luz. Dile tú, por ejemplo, a un periodista que escriba sobre la belleza de la fidelidad matrimonial si la víspera ha descubierto que su mujer le puso los cuernos? Verás que apología de belleza le sale.

En mi opinión, la educación política debe ser, ante todo, efecto de una acertada educación sentimental que habilite a cualquier navegante del mar de la vida en el manejo del par "pensamiento/sentimiento", de modo que una vez que la tripulación, y no solo el capitán, del barco político aprende a identificar rasgos contaminantes del citado par, ya podrían situar cada recurso en el lugar apropiado para no contaminar. A saber: el pensamiento (brújula y hoja de ruta) al timón; el sentimiento (veleta, vientos y corrientes) de motor.