El término "narcisismo" fue inspirado por el bello y vanidoso Narciso, un personaje de la mitología griega, que siendo incapaz de enamorarse de una mujer, al contemplar su propia imagen reflejada en un espejo y en el agua de un estanque, se enamoró de ella. Más adelante, Freud lo consideró una enfermedad.

En la segunda mitad del siglo XX, Chistopher Lasch concibió el narcisismo como una norma cultural y una nueva terapia para la neurosis: la del culto al individuo, ligado a la búsqueda incesante del éxito y del dinero.

Actualmente, las conductas narcisistas se propagan como una epidemia, tanto de forma individual como colectiva y afecta a personas de todas las edades. La prestigiosa psicóloga Pat MacDonald lo explica así: Las cualidades narcisistas -un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía- están en alza. Basta con observar el consumismo rampante, la autopromoción en las redes sociales, la búsqueda de fama a cualquier precio y el uso de la cirugía para frenar el envejecimiento ("Narcisismo en el mundo moderno", 2014).

Con frecuencia se confunde el narcisismo necesario o saludable con el patológico. El primero es condición para tener éxito en la vida. En cambio, el segundo es un trastorno de la personalidad originado por el inmoderado amor de una persona a sí misma. Al narcisista se le reconoce por su comportamiento egoísta: quiere ser siempre el centro de atención, busca ser admirado y no acepta sus fallos. El narcisista construye una imagen grandiosa de sí mismo, con la que intenta compensar la pobre realidad de su verdadero ser. Se dedica a inflar el ego, en lugar de contactar con lo que de verdad es y arreglar su problema emocional.