Aunque se cumpla lo que viene diciendo el Gobierno y no haya referéndum -por ilegal- y Cataluña nunca se independice de España, lo cierto es que el proceso que están llevando a cabo los independentistas catalanes está influyendo, quizás demasiado, en la política española. Hoy, a pesar de la que está cayendo, parece que la noticia más importante sea lo que ha dicho Llach. Las sentencias de los tribunales, las medidas del Gobierno, las elecciones, las controversias en el Congreso de los Diputados, las posibles alianzas y hasta los presupuestos, se critican y se analizan, en una buena parte, en función de lo que pueden suponer para la situación de Cataluña.

Ya va siendo hora de que, con independencia de las medidas legales que se han ido y se vayan tomando -eso sí, siempre a remolque de lo que hace o dicen Puigdemont y compañía- el proceso catalán y los independentistas catalanes se valoren en su justa medida y realmente en lo que suponen con toda la gravedad que arrastran, pero no es tolerable que una comunidad autónoma de España, condicione, por ejemplo, la actuación o las declaraciones de un ministro del Gobierno aunque, como en el caso de Alfonso Dastis, no hayan resultado todo lo oportunas que hubiera sido de desear.