A Cicerón se le debe esta acertada frase: "La gratitud no es solo la más grande de las virtudes, sino la madre de todas las demás".

Dándola por buena, como no podía ser de otra forma, hoy quiero ofrecerle un pequeño homenaje de gratitud por su loable comportamiento a un conductor de Vitrasa, haciendo constar de antemano que un servidor no fue el beneficiario de su actuación, sino un mero testigo.

Hace contadas fechas viajaba yo por Vigo en un bus (circular) de la citada empresa y al llegar a una parada, un joven sordomudo que llevaba en una sillita a un bebé, desde la acera le pide información, por la conclusión que saqué después, de una determinada dirección y qué bus tendría que tomar. El pobre joven, desde la acera se esforzaba gesticulando y emitiendo unos sonidos ininteligibles que el conductor por más que se esforzaba, no acababa de entender. Entonces, supongo que creyendo que la proximidad física le facilitaría la labor, también por señas lo manda subir, quedando en la acera sillita y bebé y en ese momento se produce el "milagro", un teléfono móvil que saca de su bolsillo el futuro viajero. Algo teclea, se lo enseña, repiten la operación y aunque al principio no estaba claro y seguían los dos gesticulando y viendo la pantalla, a los pocos segundos llegó la "paloma" de la inspiración con un claro mensaje, su destino era la calle Conde de Torrecedeira. Su reacción no se hizo esperar haciéndole dos señales muy significativas: que subiera al bebé y que no le iba a cobrar. Solo entonces es cuando reemprende la marcha y dos o tres paradas más adelante, cuando llega a una que tenía correspondencia con el destino solicitado le dice que puede apearse, no sin antes, escribir algo en el citado móvil, supongo que los números de los autobuses que podría tomar. Pero por si aún no le quedaba claro, sin cerrar las puertas y antes de reemprender la marcha, por si algo oía o podía entenderle, le repetía: el 9 o el 10... el 9 o el 10...

Sinceramente este conductor ha dado una lección magistral de comportamiento y trato a un cliente, máximediscapacitado. Me ha emocionado y poco antes de finalizar mi viaje, me acerqué al joven conductor y solamente le dije: "Enhorabuena, muchas gracias", pues dudaba si el beneficiario de tan meritorio comportamiento, por sus problemas, lo pudiera hacer. Al principio quedó un poco desconcertado pero enseguida reaccionó y me obsequió con una sonrisa y también con esa bonita palabra que cada vez menos se oye: Gracias.

Podría facilitar más datos, como número de línea, fecha y hora, pero desconozco cómo reaccionará la empresa y no vaya a ser que le abran un expediente por los minutos perdidos, aunque nunca el tiempo es perdido cuando se dedica a hacer el bien, y otro por llevar cien metros a un viajero, bebé y sillita, sin cobrarle.

Esta es la pequeña anécdota de la bonita historia que les estoy narrando, pues quiero pensar que los responsables de Vitrasa nunca harían eso y sí, por el contrario, se sentirán orgullosos de contar entre sus empleados a personas como la que es objeto de esta carta. Mi felicitación y reconocimiento ya lo tienen, tanto empresa como empleado.

Que a nadie extrañe este último comentario, pues de todos es conocido los muchos empresarios que hay sin escrúpulos, consideración ni respeto hacia sus obreros y empleados y lo mismo pasa con los banqueros hacia sus clientes. Para ambos su única meta es cumplir objetivos, aumentar los beneficios olvidando que en este mundo hay que ser indulgentes, solidarios, humanos y que hacer el bien es lo más gratificante. A todos ellos termino recordándole esta bonita frase de la Madre Teresa de Calcuta: "Da siempre lo mejor de ti, y lo mejor vendrá..."