Anonadado me hallo al ver el supuesto interés que demuestra ahora la Xunta con lo del feísmo paisajístico, cuando hasta ahora han sido tan permisivos con especies arbóreas de crecimiento rápido, enfocadas a una futura tala más o menos rápida, que afean el paisaje como son el pino bravo y el eucalipto, en detrimento de otras de mayor valor ecológico y estético, como robles, abedules, fresnos, loureiros, castaños, alcornoques, etc., unas autoridades autonómicas y locales que también han sido siempre demasiado tolerantes con los muros de hormigón, casas a medio terminar, naves industriales en las inmediaciones de iglesias románicas, horrorosos bloques modernos junto a cascos históricos o incluso dentro de los mismos y toda clase de desaguisados urbanísticos. Unas instituciones que han sembrado Galicia de centros de salud, auditorios, centros cívicos y demás edificios públicos que son auténticos "tochos" rectangulares de color gris, tan de moda en los últimos lustros. Años en los que también se ha extendido en exceso el uso de granito gris por su menor coste, en competencia con la piedra del país de toda la vida, o el granito rosa, u otros materiales, tanto en casas unifamiliares como en bloques de viviendas, dándole en general un aire tristón, gris, desangelado a nuestras villas y ciudades.

La Xunta, lejos de, por ejemplo, poner un límite en el porcentaje de superficie gris en cada construcción, hace todo lo contrario, sí lo hace precisamente estableciendo prohibiciones al colorido en las fachadas. En regiones próximas como Asturias, igual que ocurre en países más fríos, lluviosos, y con escasas horas de luz, como son los centroeuropeos, los escandinavos, los del Báltico, Canadá, etc. precisamente ahí se fomentan fachadas coloristas, lo mismo ocurre en países tropicales; en cambio aquí y de forma incomprensible se persigue el color. ¡Qué tristeza tan grande de Galicia transmiten ahora nuestros arquitectos y nuestros políticos!