Si un grupo de personas está vociferando en la calle a las tres de la mañana, algo prohibido por las normativas, y los vecinos alertan de ello a la Policía Local, lo normal es que aquel adopte una actitud silenciosa y respetuosa al ver llegar el coche patrulla. Si en un bar la música está alta en horario nocturno, lo normal es que, alertados por la visión de luces azules ya desde lejos a través de la cristalera o por clientes en el exterior, el dueño apague la música, etcétera. La llegada de agentes con sus luces llamativas, sus uniformes y sus armas altera por completo las condiciones del entorno social. Por tanto, no podrán observar la realidad de lo que sucede cuando no están, y sus partes informativos no reflejarán la realidad o lo harán de forma muy parcial y sesgada; solo en los aspectos que no puedan ser alterados inmediatamente por su presencia. Y no queremos pensar en "chivatazos" a los infractores desde el interior de la propia policía en ciudades pequeñas donde todo el mundo se conoce y puede tener familiares o amigos en la organización. Esta última la dejaremos como posibilidad meramente teórica a los efectos de ser prevista por reglamentos o leyes con las finalidades oportunas.

Como la finalidad de los gobernantes es garantizar los derechos de los ciudadanos deben tenerse en cuenta estas consideraciones y normativizar de forma que el propio sistema de normas impida estas perversiones del funcionamiento social.

Si se permiten veladores en el exterior en horario nocturno argumentando que "es cuestión de que la gente hable en voz baja ", ese último aspecto es incontrolable por las razones apuntadas y por tanto no se garantizan derechos vecinales. Y esa garantía de derechos es fundamental. No puede jugarse con ella para satisfacer meros caprichos de consumo de terceros, como el poder fumar.

La solución pasa por no permitir veladores en horario nocturno y punto. Retirarlos inmediatamente sí que no sería posible en caso de transgredirse la norma, aunque sea posible callarse inmediatamente. Como suele decirse, muerto el perro se acabó la rabia. La garantía de derechos humanos básicos (el derecho al descanso lo es) debe ser prioritaria.