Querido San Valentín: Serán tantos y tantos los mensajes que hoy recibas que por un momento pensé en posponer el mío y rogar en secreto por cuantos sostienen su felicidad en el soporte del amor. Ay, mi querido santo, qué palabra: ¡"Amor"! Tú, que presides a diario las actitudes de los enamorados, aconséjales que se mantengan firmes, que no alteren su actitud, que valoren cuanto tienen mientras dejan pasar de largo las vicisitudes cotidianas de su convivencia. Mirar de frente y escudriñar en el espíritu de los famosos amantes de la historia no dejará de ser, digo yo, un acicate para lograr no ya una muerte por amor, pero sí una vida para el amor. Los Amantes de Teruel, Romeo y Julieta, Calixto y Melibea, Tristán e Isolda? ¡cuántos ejemplos de amor eterno! Al final de mi exposición remataré estos comentarios con un breve capítulo que, estoy seguro, te habrá de sorprender. Pero déjame referirte la breve y tierna historia del amor vivido desde la distancia y la proximidad, desde el recuerdo y la nostalgia, desde la brevedad y la amplitud, desde la adolescencia y la madurez.

Ella era casi niña y yo casi hombre, pero un hilo conductor misterioso y dulce nos unía a través de las interminables vías que el viento presta a quienes tienen la necesidad de sentir las emocionantes notas de una música vibrante y profunda que mueve el alma y traspasa los sentidos. Un día y otro hablábamos sin vernos. Y tuve la suerte de escuchar las palabras más hermosas que una mujer enamorada pueda pronunciar: "Escucho tu voz y me estremezco". Es casi inexplicable, casi imposible, describir lo que he sentido. Me has regalado un poema y lo has regado de músicas cargadas de sentido amoroso?, sueño contigo y soy feliz. Sueño mil y una situaciones en las que tú y yo somos felices juntos. Siento que hace años vives en mí. No sé, mi amado, si esto que me está pasando es algo real o solo un sueño, pero lo cierto es que algo está cambiando en mi interior. Escucho una música y me da la impresión de que es como un diálogo ahogado entre tú y yo? y siento que te amo en silencio. Nunca, créeme, he sentido en mí una explosión de sentimientos tan luminosa y tan bella. Mi corazón me grita que te puedo amar, si no es que lo estoy haciendo ya. ¡Es increíble! Y noto que me amas, que me llenas de amor y de ternura, que te expresas con la dulzura del niño que juega a ser hombre, que estás lleno de mí, que me adoras, que quieres ser mi eterno acompañante. ¡Cuánto me gusta escucharte y qué bonitas me suenan tus palabras!... "Que tu corazón no enmudezca jamás."

Me he quedado pensativo tratando de encontrar, en lo más profundo del proceloso mar de los sentimientos humanos, la traducción de tan hermosas reacciones. Y he retrocedido hasta encontrar la historia emocionante, a la vez que increíble, de lo último en amores. Es, por si no lo sabes, el que protagonizó un satélite artificial que salió, con permiso de sus padres, o sea de la NASA, en busca de un novio que desde hace siglos se encuentra en el espacio. Es una historia que me parece de una ternura especial, dentro de lo espacial.

Resulta que el tal cuerpo celeste no es otro que ese pedrusco llamado Eros, que navega por el espacio solo y abandonado. Ya ves, amigo San Valentín, todo un dios del Amor como si fuera un barco a la deriva. Dicen que es grande como la isla de la Gomera. Ella, la que ha salido en su busca, poco más que un automóvil. Atípica pareja, pero alguna hemos conocido y no hace tanto, y se mostraba ante el mundo proclamando su amor. Eran un enano y una miss; ella en todo su esplendor, y él gracioso y diminuto. Una vez más queda claro que el amor no tiene fronteras. Dicen los sicólogos, cuando alguien les pregunta cómo aquellas parejas pudieron morir de amor, que el mal de amores no tiene cura. Que nadie le busque remedios. Sin embargo todos estaremos convencidos de que morir de amor es la forma más bella y menos mala de morir. ¿Habrá encontrado a su Eros la pequeña y se estarán muriendo de amor? ¡Qué felicidad!