Desde una posición de total respeto, me gustaría en estas líneas hacer algún comentario acerca de la carta publicada hace pocos días en este mismo periódico: "Corales e Iglesia" de Román Iglesias. Adrede le he dado la vuelta al título. En ella denunciaba la actitud de dos párrocos que habían prohibido festivales de corales con repertorio profano en sus iglesias.

Estimado Román, hizo usted un análisis extenso y positivo sobre las corales y el canto coral, por los que dice sentir respeto y admiración. Pero echo de menos un análisis similar y la misma admiración para las "iglesias", por las que tantos otros sentimos ¡como poco! lo mismo.

Porque ¿qué es una iglesia? Cojo la definición de Wilkipedia, es decir, de internet, del siglo XXI, no de épocas trasnochadas. "Iglesia es la denominación del templo destinado al culto religioso público en el cristianismo". Dicho de otra manera, una iglesia es un edificio construido específicamente para dar culto a Dios. Por lo tanto, todo lo que encaje con esa finalidad estará perfecto en ella. Y lo que no, podrá ser también muy bueno, pero tendrá otro sitio. Buenas son muchas cosas, la música, la cocina, el ajedrez, el esquí acuático?, pero no todo encaja en la razón de ser de una iglesia. La compraventa, el comercio, por ejemplo, es bueno en sí. Pero Jesucristo mismo -con gran energía-, echó a los vendedores del templo. Sencillamente, porque no era su sitio.

Que la música eleva el espíritu y puede acercar a Dios, sin duda. Tengo al respecto experiencia personal abundante, pero no cualquier música. Sin considerar ya alguna que parece que pretende exactamente lo contrario, la música profana tiene su propio ámbito. Además, las iglesias no tienen por qué ser los "locales multiusos" del barrio. Como tampoco ninguno de nosotros estaríamos dispuestos a que nuestra propia casa fuera el local multiusos del vecindario.

Y tampoco malinterpretemos las palabras de Francisco, que parece que actualmente nos valen a todos para todo. El Papa, a los cristianos, nos dice justo lo contrario. Nos invita a salir a la calle, a no encerrarnos en las iglesias. Bien, estamos en ello. Pero en ningún momento nos ha animado a dar cualquier uso a los templos.

Por tanto, rompo una lanza por esos dos párrocos a los que usted se refería, porque lo que han hecho no es más que defender la identidad de sus iglesias, la pequeña porción de Iglesia (esta, con mayúscula), que les ha sido encomendada.

Y por cierto, yo también siento como mejor valedor de este tema a mi alcalde, que me consta que está empeñado en ser un alcalde para todos los vigueses.