Al final esto del cambio climático, el calentamiento global y el efecto invernadero va a ser cierto. Mes de diciembre y la playa de Samil con bañistas tomando el sol. La calle de Príncipe con gente en mangas de camisa. Y, para colmo, en estas navidades unos simpáticos pingüinos han anidado en la farola de Urzáiz. Creo que o nos tomamos en serio el cuidado de nuestra casa común, o las futuras generaciones disfrutarán poco y mal de esta belleza llamada Tierra.

¡Qué alegría da disfrutar de lo que es propio de cada tiempo! En otoño disfrutar de los magostos con castañas; en primavera pescar truchas en el río Miño; en verano pasear por las Cíes y en Navidad contemplar los belenes por las calles de tu ciudad. Todo eso podemos hacerlo, menos lo propio de Navidad. En las calles de Vigo no hay belenes. Hay pingüinos y muñecos de nieve. Será cosa del cambio climático. Pero la verdad me es difícil imaginar, a una colonia de pingüinos, hace dos mil años, caminando a lo "Charlot" junto a pastores y ovejas para adorar al Niño Dios.

Por eso, si en la Navidad se celebra el nacimiento del Hijo de Dios, creo que habría que tratar de representar semejante misterio de la manera más fidedigna para poder imaginar cómo pudo ser aquello. En Navidad lo que celebra es que Dios se hace carne, cercano y humilde. No tiene sentido celebrar estas fiestas sin aludir a esta realidad. Me pregunto, ¿Luces, esferas, estrellas, árboles, muñecos de nieve, pingüinos?, para qué?

El decorado de luces de nuestra ciudad ciertamente es hermoso, no podemos negarlo. Pero hemos de afirmar también que este sería sublime si en él tuviese cabida esa humilde familia de Nazaret que trajo hace dos mil años, a nuestra casa común, a la Luz del Mundo. Solo si a esa familia le damos posada, nuestro alumbrado será equiparable al de la Quinta Avenida, al de Múnich o al Trastevere en Roma. Si Nueva York tiene su belén, la capital bávara también y Roma no digamos. Vigo ¿Por qué no?