Así empieza el Credo, que es una oración de los católicos donde se le dice a sus feligreses lo que han de creer y pensar, y me llama la atención que al hablar de Dios no esté por ningún lado una idea tan anhelada por los humanos como la impartición de la justicia. En el texto reza "Creo en Dios padre todo poderoso". Es lógico que Dios sea todo poderoso, pero en esta referencia no se hace mención a la idea de impartir justicia. Con ella se conseguiría calmar la angustia vital que sentimos los humanos ante el universo desconocido, y pondría sordina a la rebelión que nos aflora en la piel, al ver las injusticias del mundo. Reflexionando sobre este punto pienso que debía decir "Creo en Dios padre justo y poderoso", porque si en su Dios no asoma como virtud principal la idea de la justicia, esta y todas las religiones carecen de sentido. Las religiones están para dar una explicación a la vida que tenemos, y deben tratar de calmar la ansiedad que sienten nuestras almas ante nuestra evidente impotencia, dándoles al final el caramelo a sus acólitos de la recompensa que nos espera en la otra vida, porque en esta no vemos la justicia por ninguna parte. Para resarcirle de las penurias que la gente está pasando se les promete una recompensa que les llegará después de haber pasado la travesía su vida en este mundo traidor y se llegue al otro. Ninguna persona aceptaría una religión en donde al final no se le prometa hacer justicia.

En la última parte dice: "creo en la resurrección de la carne y la vida eterna". En la resurrección de la carne hay que preguntar en qué momento de nuestra vida. Será en el momento de nuestra muerte, cuando probablemente tengamos el cuerpo hecho un asco, o cuando éramos jóvenes, o quizás cuando niños. Esto es importante, porque si es en el momento de una grave enfermedad, o cuando ya viejos, el deterioro es grave, entonces muchos de nosotros renunciaremos.

Este pasaje termina con: "y en la vida eterna". Pero esto tiene un contrapunto, ya que la vida solo puede concebirse en el cambio, y vivir eternamente, sin hacer nada, sin cambiar nada, no es vivir, es estar eternamente sin futuro.