Más conocidos como bestas, burras o garranos, los caballos de los montes de Galicia constituyen la única población salvaje que se conserva en el mundo de la especie Equus ferus (caballos) (F. Bárcena, 2012).

Recientemente fueron descritos como una subespecie diferente por F. Bárcena en 2012 (Equus ferus atlanticus), por sus importantes diferencias con otros caballos (morfológicas, fisiológicas y de conducta). Estudios genéticos más recientes apuntan a que puede tratarse de una especie diferente de los otros caballos.

Corren malos tiempos para ellos. En apenas seis años su población pasó de unos 20.000 a 8.000 ejemplares. Por desgracia esto se veía venir y ya lo advertimos hace 4 y 5 años en la prensa.

Por mi parte diré que no me parece correcto culpar de este desastre a la falta de subvenciones de la UE para el pasto arbustivo. De hecho, antes de entrar en la UE había más de 22.000 ejemplares, tal como lo constató en su tesis el veterinario P. Iglesia (1973).

Las razones de lo que está pasando hay que buscarlas en otros factores. A mí entender se combinan dos:

Una: la depreciación de estos animales, pues actualmente los potros se venden a 40-60 euros, cuando hace 15 años se vendían al doble de precio, o más.

La otra razón: la mala gestión de la administración autonómica. A lo ya citado hay que añadir los gastos que impone la Xunta de Galicia a los besteiros (microchips, libro de explotación, registro individual, cierres, mangas, galpones...), todos ellos innecesarios. Además, las sanciones por cada caballo salvaje sin microchip son durísimas: 3.000 euros o más.

La Xunta impuso estas normas a través del Decreto de Identificación Equina (142/12 de 14 de xuño) y ahora está demostrándose lo que preveíamos, el desastre.

Los resultados saltan a la vista. El decreto no era ninguna solución, es un problema añadido y muy serio, para los caballos salvajes de Galicia.

Corresponde a la Xunta de Galicia pararse a pensar, a reflexionar y a escuchar a la gente, a los besteiros en concreto.