¡Nadie sospechaba nada! Todos las aceptaron y se beneficiaron de las tarjetas black sin hacer preguntas. Para qué. Ya fueran para gastos de representación o como una compensación salarial (burlando la limitación legal), la cuestión era disponer de dinero en efectivo, realizar compras o pagar servicios varios con una tarjeta cuyo techo de gasto podía llegar a 75.000 euros anuales. Y, además, exentos de tributación. ¡Esto es Jauja!

Me resisto a creer que el Banco de España y la Agencia Tributaria no tuvieran conocimiento de la existencia de estas tarjetas fraudulentas, cuando a los ciudadanos de a pie nos controlan hasta el último céntimo. Y si, por ignorancia o negligencia, omitimos algún ingreso o pérdida patrimonial en la Declaración de la Renta, ni el sursuncorda nos libra de un expediente sancionador. En este país en el que tantos ciudadanos están al borde de la exclusión social (algunos ya la han conseguido), los desahucios dejan a tantas familias en la calle y el paro alcanza una cota de vértigo, esta élite de sinvergüenzas con nóminas de escándalo, que son una provocación en sí mismas, se burla de todos nosotros sin el menor pudor. Esperemos que la justicia actúe con rapidez y contundencia.