El sufrido gallego está acostumbrado a las colas en las oficinas de los concellos y la Xunta. Cuando acudimos a la Festa do Marisco, esta también se convierte en la Festa das Colas. Para conseguir los tiques que dan derecho a las raciones tuvimos que esperar unos 35 minutos. En el puesto del pan y vino había dos Marcelinos, uno descorchando botellas y el otro entregando el pan, aquí la espera fue de 15 minutos y para colmo el pan se había agotado. Para recoger el arroz de marisco tuvimos una espera de veinte minutos. Si nos descuidamos un poco, pudiera suceder que las cocinas estuviesen ya cerradas.

Esperando turno en el puesto de las filloas y tartas, me di cuenta que dos moscas estaban disfrutando de las filloas tan finas como el papel. A la advertencia de ¡señora esas moscas! ¡son o deumo!, me contestaron. Recogí la tarta de Santiago, que por suerte estaba protegida por una caja de cartón y me fui hacia la mesa.

Después de degustar los manjares de nuestra ría, sobre la mesa quedaron los residuos, compuestos por dos botellas de vidrio, vasos y platos de plástico, bandejas de cartón, servilletas de papel y las conchas de los mejillones, vieiras, almejas, berberechos, navajas y todo esto fue a parar a una bolsa de plástico que se encontraba al lado de la mesa. Las cazuelas y cuencos los hemos salvado por llevarlas como recuerdo.

Nos damos cuenta de que la palabra reciclaje aún es muy desconocida entre los organizadores y eso que quieren elevar a nivel internacional su Festa do Marisco.