Amigo imaginario: Después de muchos dimes y diretes en el seno del Partido Socialista, su secretario general, Pedro Sánchez, presentó la dimisión.

Que esto ocurriera era solo cuestión de tiempo. Su reiterada negativa a facilitar la investidura de Mariano Rajoy precipitó los acontecimientos. Aunque, en cierto modo, comprendo su empeño en el "no es no", con el que ha demostrado coherencia con su forma de entender la política de partidos. Tal vez se haya empecinado excesivamente en impedir que Rajoy pudiera repetir como presidente del Gobierno. Tal vez, también, se haya excedido en los insultos y descalificaciones a su adversario en aquel primer debate televisivo: Mariano Rajoy versus Pedro Sánchez. Y aquello mereció mi más enérgica reprobación. Tal vez, cómo no, su actitud egocéntrica le haya pasado factura (IVA incluido). Sin embargo, es público y notorio que en el Partido Socialista existen claras desavenencias internas, lo que evidencia unas preocupantes y poco saludables "intrigas palaciegas". Así las cosas, querido amigo, una comisión gestora dirigirá el partido hasta el nombramiento de un nuevo secretario general. Ahora, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, en el Partido Popular se estarán frotando las manos. Pues, como dice el refrán: "A río revuelto, ganancia de pescadores". Y es que, en situaciones confusas y desavenencias ajenas, siempre hay quienes obtienen beneficio de tales circunstancias. De manera que, no por mérito propio sino por desmérito de su adversario, Mariano Rajoy puede tener el camino despejado para presidir, nuevamente, el Gobierno de España. O, tal vez, no. Ya veremos.