Los medios se han hecho eco de la visita a España de un numeroso grupo de empleados chinos, propiciada por el premio multimillonario de su jefe, al ser considerados los mejores trabajadores de la empresa. Esta noticia sorprende por lo inaudita. Es un rasgo de generosidad difícilmente repetible en otras empresas y en otras partes del mundo.

Por otro lado, hace muy poco el magnate Amancio Ortega ha cumplido 80 años y su hija organizó una multitudinaria fiesta-sorpresa en su honor, grabando un vídeo en sedes de Zara, repartidas por el mundo. En él se muestra a empleados satisfechos y agradecidos por formar parte del Emporio.

Un último ejemplo reciente de altruismo, por parte de directivos, es el de una empresa de yogures americana, en la que quisieron hacer socios a sus trabajadores y repartir, de ese modo, la riqueza generada por ellos mismos.

Estos tres casos giran en torno al tema de los incentivos en el trabajo, tan importantes para el trabajador. No estoy pensando, exclusivamente, en recompensas económicas; creo que no menos importante es que un jefe conceda permisos de un día o unas horas, por una causa justificada, mostrando su humanidad y generosidad, consiguiendo de ese modo que el empleado se sienta más a gusto y valorado y, por ende, rinda más.

Los empresarios no deberían pensar solo en sus pingües beneficios. Detenerse más en dar bienestar a los trabajadores es necesario, porque son estos los que, con sus esfuerzos, levantan la empresa y, en definitiva, el país.