Nos lo dicen los políticos, estamos en guerra contra los yihadistas; y lo corroboran los yihadistas cuando declaran a los cuatro vientos que están en lucha contra occidente.

Nuestros aviones están bombardeando las ciudades de Siria, como Alepo; y no dejan piedra sobre piedra. La destrucción de Siria después de cinco años de guerra es total. A los ciudadanos de a pie solo les queda huir como ratas, en pateras de desguace, por tierra hacinados en ómnibus o camiones, o andando a pinrel entre piedras, frío, lluvias y charcos.

Estamos con una dinámica de guerra bombardeando sus ciudades donde cohabitan yihadistas y gente normal como nosotros; médicos, abogados, comerciantes, obreros... A todos estos los vemos ahora asomar a los telediarios y prensa, huyendo como conejos por los campos y caminos de Europa, con lo puesto y con el frío en sus cuerpos y almas. Con nuestras bombas les destruimos sus casas, a sus familiares, y a sus medios de vida, y después cuando huyen como posesos con sus hijos a cuestas, nosotros les cerramos nuestras fronteras, para que no pueden escapar de esta locura. Esta forma de actuar la apoya la gente "normal" de occidente, y es más, les pedimos a nuestros políticos que actúen contra la emigración con más contundencia. Ante estos hechos me pregunto: ¿dónde está el buen hacer, nuestra honorabilidad, nuestra empatía con los demás? Si tiramos las bombas y después les impedimos escapar, qué clase de personas somos...

Cuando hablamos de guerra, nos creemos los buenos, y ellos, los que huyen de nuestras bombas, los consideramos como intrusos que viene a quitarnos nuestro pan, aunque para la entrada de sus materias primas, nuestras puertas siempre las tuvimos y las tenemos abiertas.