Ocho y media de una mañana que presagia con su frío lo que puede ser un día de cielo azul de abril. Ante mí, el recuerdo de lo que en su día debió ser el imponente cuerpo de un marinero de algún país del este, varado ahora en una ciudad y en un país que lo ignora como si del banco en el que está anclado se tratase. Lentamente, otro individuo con aspecto de vikingo de vuelta de una batalla se acerca a él y le pregunta ¿cómo está? (kak diela): ahora ya sé que son rusos. La respuesta, la habitual en ese país, "normalna" (normal). Podría haber respondido "ploja" (mal). Que es como lo haríamos aquí. Sin embargo parece que aún tienen la constancia de que las cosas pueden ir todavía a peor. Posiblemente por eso los alemanes responden con un rotundo "me va bien" (mir geht es gut), o los británicos emplean un escueto "I´m fine" (estoy bien), haciendo gala de su flema británica, en la ironía que supone que "fine" también signifique multa. Puede que multa a desvelar cualquier atisbo de sentimiento.