Causó escándalo la escena de los hinchas holandeses divirtiéndose a costa de las mendigas en la Plaza Mayor de Madrid. Cuesta imaginar lo que habrá en aquellas cabezas para llegar a semejante extremo de inhumanidad. Pero no debemos ser ingenuos.

"Ellos" -los holandeses- son parecidos a "nosotros". Nuestra sociedad forma sujetos igualmente inhumanos.

En muchos de nuestros hogares, en muchos de nuestros centros docentes y en todo nuestro sistema educativo prima el utilitarismo egoísta sobre cualquier otro valor. Un utilitarismo que puede disfrazarse de objetivos muy variados y aparentemente nobles: el éxito laboral, la excelencia, la diversión? todo ello a costa de lo que sea.

Formar personas es mucho más que amontonar conocimientos curriculares. Preocuparse por el prójimo no está de moda. Lo aprobamos intelectualmente pero pocos lo traducen en un comportamiento personal o familiar. Aprobamos que se ayude a los necesitados pero muy pocos van más allá de dar una limosna que sirva para anestesiar su remordimiento.

Es preciso inculcar en los niños la compasión, la empatía, la capacidad para ponerse en el lugar del otro. Y desterrar la diabólica confusión entre bondad y debilidad.