No doy crédito a las imágenes que nos llegan de los refugiados de Idomeni a través de los distintos medios de comunicación. A los que lograron atravesar la frontera con Macedonia cruzando un río, arriesgando sus vidas y las de sus hijos, los devuelven al campo, convertido en un auténtico barrizal, ¡por el mismo camino! ¿Cómo se puede hacer esto? Hombres descalzos, mujeres en chanclas, muchos de ellos cargando con sus hijos, algunos bebés de pocos meses, vadeando un río en pleno invierno. ¿No podrían devolverlos a Grecia en autobús? ¿No les conmueven sus rostros desesperados, doloridos, ateridos, tiritando de frío? Dudo mucho que las autoridades españolas tomasen semejante decisión, ante una llegada masiva de refugiados en situación tan calamitosa.

Definitivamente, este problema se ha convertido en una auténtica emergencia humanitaria, que requiere una solución rápida, efectiva y compasiva, pero precisamente lo que falta para resolverlo es compasión, sensibilidad y humanidad. Las autoridades europeas deberían sonrojarse por la nefasta gestión de esta crisis, que nos avergüenza a los ojos del mundo.