Hace muchos años, en Bélgica asistí a una charla coloquio que dio un gallego sobre España, al final tocó la gaita y sus sonidos falsos me hicieron tapar los oídos. Le pregunté los motivos y me dijo que ese instrumento es muy sensible a los cambios de temperatura. En la sala teníamos 25 grados y fuera 2 grados bajo cero. Me di cuenta que esa gaita era muy frioleira.

Gracias a Manuel Fraga, que en paz descanse, hoy la gaita gallega goza de buena salud, pero esto no se puede decir de la escocesa. El Gobierno de ese país, para economizar, ha recortado en la cultura y ha suprimido las subvenciones para las clases de gaita y esto es aprovechado por la oposición para convertirla en un instrumento político.

Recordando las batallas británicas, la gaita también era un instrumento de guerra, pues la primera fila de los batallones estaba formada por soldados con gaitas. En Galicia también se utiliza para protestar y hacer reivindicaciones; el ejemplo lo tenemos en la manifestación contra la Ley de Acuicultura de hace varias semanas que se celebró en Santiago de Compostela. La gaita era la que más chillaba.

Hace unos días, y por casualidad, asistí en Bélgica al concierto de Carlos Núñez con su "Celtic Legends" y su sonido me hizo secar las lágrimas. En la sala había 25 grados y fuera 2 grados bajo cero. Su gaita no era frioleira y nos recordaba la solidaridad, la moriña, las vacas en los prados verdes, los piornos, los cruceiros, una barca acercándose al puerto, los rastrillos en busca de almejas y berberechos y una tapa de pulpo.

Esperamos la solidaridad del mundo céltico para buscar una solución a las clases de la gaita escocesa.