Se ha impuesto la inteligencia responsable porque los hechos son realidades y las promesas aventureras son solo palabras que se las lleva el viento.

La mayoría de los ciudadanos españoles agradecidos a la titánica lucha de sacar a España de las peligrosas amenazas a las que nos había llevado la crisis, decidieron dar su voto de confianza a quien supo lograrlo con responsabilidad a pesar de las corrupciones puntuales de algunos de sus colaboradores que se infiltran siempre en donde el poder y la riqueza ofrece posibilidades de sacar provecho.

Es tristemente cierto que el sentido común es el menos común de los sentidos, y muy especialmente en los grandes grupos de masas humanas arrastradas por charlatanes de feria, más listos que inteligentes, que, aprovechando las oportunidades adecuadas, ofrecen y pregonan una mágica solución que a nadie se le había ocurrido para crear un paraíso terrenal donde todos vamos a ser ricos y felices.

La democracia es la oportunidad que ofrece al pueblo la libertad de elegir a sus gobernantes, pero exige también al pueblo ese mínimo sentido común, necesario para no equivocarse y repetir errores que ya hemos cometido más de una vez.

La oposición extremista de cualquier partido político no puede tolerarse, ya que todos tienen la obligación de ayudar a dar a la ciudadanía lo que la mayoría exige. La mayoría es siempre la mayoría y nunca una minoría que, sumada a todas las demás, intenta negar al pueblo lo que el pueblo exige. La oposición no tiene que oponerse por sistema al gobierno que ha elegido el pueblo porque sería una incongruencia y lo que el pueblo pide a la oposición es que controle el cumplimiento de las promesas que ese parido al que han elegido se cumplan y/o se puedan mejorar con nuevas ideas y opciones que esa oposición aporte.

Esto es lo que los españoles están pidiendo desde el comienzo de la democracia. Esperamos que se cumpla.