Este no es un texto de agradecimiento. No es uno de esos momentos de tu vida en los que la emoción te impide hablar de un modo que solo negro sobre blanco se vuelve inteligible. Es, o más bien intenta ser, un conjunto de letras que, por muy poco que signifiquen para algunos, lleguen a hacerte sentir a ti, que haces que cada día cuente, literalmente.

La muerte -¿por qué escapar de esta palabra que nos provoca las sensaciones más intensas?- se ha aproximado a mí en varias ocasiones. La primera, una burbuja llamada niñez; la segunda, una falsa anestesia llamada vejez, han suavizado, amortiguado en la medida de lo posible sus efectos.

Esta vez habéis sido vosotras. Me habéis enseñado que la muerte no se suaviza ni amortigua. Se aprende de ella, como buena maestra que es, en cada una de sus lecciones.

Esta mañana me ha dado un consejo: "Hazlo bien o mal, pero hazlo". Eso intento: trasladaros que os quiere. Por cada caricia, por cada sonrisa, por cada beso. Por cada verdad. Porque vuestra sensibilidad y ternura es la mayor muestra palpable -que no cuantificable- de amor.

Nos habéis comentado en varias ocasiones que no es habitual semejante demostración de coraje, lucidez, satisfacción. Solo la suma de tantos años de generosidad y dulzura, de tantas vidas bajo una misma piel, pueden vestir a la conciencia de coraje, al orgullo de lucidez y a la tristeza de satisfacción.

Como sabéis, se ha dedicado siempre a la enseñanza. A la que se da bajo techos de institutos y sobre todo a la otra. A la que te demuestra cómo afrontar un cáncer. Cómo dar una lección magistral de principios, cómo tomar en paz la decisión más complicada de su vida para, una vez más, hacer menos difícil la de los demás.

Estamos felices, porque tal y como acostumbraba a los treinta segundos os tenía conquistadas. Al igual que cualquier ser que tenía la suerte de cruzarse en su camino. Y eso será parte de lo que la convierta en permanente. No en una huella, sino en una constante a seguir.

Ten por seguro que nuestros nietos tomarán sus decisiones valorando qué habrías hecho en su lugar.

Ten por seguro que seguirán ese proverbio al pie de la letra. El que dice que si me enseñas, recuerdo; si me involucras, aprendo.

Te querremos.

Dedicado al personal de paliativos del Hospital de Ourense y a todas y cada una de las maestras, independientemente del uniforme que vistan cada día.