En Vilagarcía, a principios de los años 60, la actual calle Rey Daviña ya se inundaba. Estamos en el 2016 y la situación ha empeorado, pues todo el centro de la ciudad queda inundado cuando llueve. En esta ciudad las calles llevan nombres diferentes, pero cuando llueve a todas se les conoce por el mismo nombre: "Las calles de los pies mojados". Aquí parece que la fiesta del agua continúa todo el año.

En la época de la buena salud del ladrillo se levantaron edificios sobre una red de alcantarillado muy deficiente y de poca capacidad y hoy los ciudadanos están pagando las consecuencias. Los políticos presumen de haber humanizado las principales calles de la ciudad, pero los ciudadanos piensan que las han humedecido. Cuando caen las primeras gotas, los comerciantes del centro consultan el calendario de las mareas, pues si la lluvia coincide con la marea alta, su corazón late al ritmo de las luces de la ambulancia. Pues aún recuerdan la gran inundación de 2006.

Pasear por las calles después de un chaparrón es exponerse a una ducha de tráfico por los grandes charcos. Las mujeres están acostumbradas a las botas de goma, las mismas que utilizan las mariscadoras cuando van a la playa en busca de las almejas y berberechos. Hoy se encuentran en todos los colores y se han convertido en urbanas.

El cambio climático ya se nota, tornados débiles, temperatura del mar en aumento, playas de color verde por las algas, chaparrones de gran intensidad y con mucha frecuencia los pies mojados.