Las tabernas a pesar de no tener campanas, están más llenas que las iglesias.

Parece que los taberneros se han convertido en los párrocos de los pueblos, pues tienen mejores oídos para escuchar a sus fieles clientes.

En las tabernas hemos visto en aquellas pantallas sin color, la llegada del hombre a la luna. En aquellos tiempos los vasos de vino estaban protegidos por un platillo, para evitar el aterrizaje de legiones de moscas, adictas al vino.

Aquellas patatas fritas de la churrería fueron sustituidas por los chips de paquete. Hoy las tabernas las ofrecen gratis con las tapas, pues aquel platillo para evitar las moscas, se ha convertido en la tapa del día, por la falta de moscas.

Más tarde llegaron los chips electrónicos, minimalizando los aparatos eléctricos. Hoy llevamos en nuestros bolsillos un aparato del tamaño de una costilleta de cerdo, para llamar por teléfono, mandar mensajes o sacar instantáneas para alegrar la vista. Aquel teléfono de color negro de la taberna ha desaparecido.

Por la escasez del pulpo, notamos que las tajadas son más pequeñas, puede ser para evitar el hinchazón de vientre o para sacar más tajadas. A veces va acompañado de una patata para aumentar su volumen, más con menos diríamos.

En las tabernas nos ponen cada día una tapa diferente, pero en Vilagarcía hay una, que pone todos los días de la semana, del mes y los 365 días del año la misma tapa y con mucho éxito, pues a veces hay que hacer cola para poder entrar. La tapa está compuesta por jamón, chorizo, queso y pan, los productos de toda la vida. Aquí no necesitan una buena cocinera, pero si un buen cortador.

Cuando hay fútbol, las tabernas se parecen a un pequeño estadio, pues se puede gritar, lamentar, aplaudir, discutir, beber y comer.

La cocina se ha modernizado pero no el resultado final, los callos, lentejas, tortilla, croquetas y fabada siguen siendo los mismos. La tradición se conserva.

La taberna, un patrimonio de la cultura.