Hoy, en pleno siglo XXI, la gente viaja, se mueve y se desplaza como nunca antes lo había hecho. El ritmo vital que los seres humanos nos hemos impuesto hace que todo territorio sin acceso a modernos medios de comunicación quede fuera de los circuitos de influencia económica y social de la nueva configuración socio económica del planeta. Ante esta situación, los administradores de lo público están moral y éticamente obligados a responder y solventar los retos que en este sentido surjan en los territorios que administran.

Cuando el poder político actúa, pueden suceder dos cosas, la primera, menos probable, es que acierte en sus acciones, la segunda y desgraciadamente más probable, es que empeore la situación. Y es aquí precisamente donde nos encontramos debido a la nefasta actuación y planificación de la Xunta de Galicia en política aeroportuaria en nuestra comunidad. En principio, me niego a aceptar que mentes expertas y capacitadas en la materia hayan diseñado lo que ya todos los gallegos conocemos como un fracaso épico, fracaso en el que se insiste únicamente por cabezonería, soberbia o, Dios no lo quiera, inquinas y prejuicios hacia determinados territorios.

Cuando alguien viaja, lo suele hacer por trabajo o placer, amén de otras posibilidades. Muchas veces, el motivo por el que se toma un avión es para enlazar en otro aeropuerto hacia destinos que no hay ni habrá nunca desde los aeropuertos gallegos. Estos enlaces deben de realizarse en una misma terminal, ya que el simple hecho de cambiar ésta en ciudades como Londres o París, por citar a los más importantes de Europa, se antoja tan complejo como costoso. Es aquí donde los tres aeropuertos gallegos se justifican y además complementan, ya que si desde cada uno se volase a un aeropuerto concreto, con sus propios enlaces y especializaciones, no tendríamos que leer frases como la que reza en el Sá Carneiro, "Oporto, el aeropuerto de todos os galegos", donde por cierto, casi la mitad de los usuarios son gallegos que eligen libremente desde donde volar. Los destinos de Gatwick, Heathrow y Stansted son muy distintos y especializados aun cuando están en la misma urbe, como lo son Orly, Charles de Gaulle y Beauvais. Si desde cada aeropuerto de Galicia se volase a uno de ellos, sus vuelos estarían completos y no los de Oporto. Vigo, Santiago y A Coruña gozan de potencial suficiente para tener varios vuelos diarios a Barcelona y Madrid, además se podría coordinar los enlaces con los tres principales destinos insulares, Mallorca, Tenerife y Las Palmas, como el Levante, País Vasco y Andalucía.

Si se hace de forma honesta y justa, los gallegos no nos veríamos en la necesidad de ir a Oporto y, además, nuestros aeropuertos serían tremendamente operativos y veríamos a vigueses volando desde Alvedro y a coruñeses volando desde Peinador y haciéndolo además con gusto, por lógica, convencimiento e interés. Lo de coordinarlos además con otros medios de transportes, como se hace en el resto de España, aquí suena a quimérica utopía. Pero claro, parece que hay quien no quiere verlo y cualquier día, en cualquier instante, lo nombran hijo predilecto de Oporto. Merecer, se lo merece, para qué engañarnos.