"Es increíble cómo la Iglesia sigue hermética, cerrada a toda apertura al progresismo y a la modernidad. La Iglesia se tiene que adaptar a los tiempos. Ya no estamos en el siglo I, cuando se fundó.

Tiene que haber un cambio radical y ese cambio pasa, en primer lugar, por democratizar la curia. El Papa debe ser elegido por el pueblo, nada de privilegios cardenalicios. Deben presentarse una serie de candidatos (y candidatas) con sus respectivos programas. Y lo fundamental es remodelar el decálogo, que podría quedar algo así:

Primero: te amarás a ti mismo sobre todas las cosas; Segundo: blasfema, que solo son palabras; Tercero: ve a misa solo en bodas, bautizos y funerales; Cuarto: pasa de tus padres; Quinto: aborta cuando no desees a tu hijo; Sexto: ten relaciones sexuales con quien, como y donde quieras; Séptimo: defrauda cuanto puedas; Octavo: miente siempre que sea necesario; Noveno: los pensamientos no hacen daño a nadie; Décimo: desea todo lo que tienen los demás (como hemos dicho: pensar no hace daño a nadie)".

Estas, y otras majaderías que escandalizarían a cualquier cristiano medianamente sensato es lo que firmarían, sin pensar, muchos "creyentes". Así en ocasiones, como recientemente ha sucedido, la Iglesia tiene que aceptar que sean padrinos o padrinas o madrinos o madrinas personas transexuales, que en absoluto pueden garantizar la educación cristiana de nadie (nadie da lo que no tiene); tiene que bautizar a niños (que obviamente no tienen culpa de nada) aunque sus padres ni siquiera estén casados o incluso sean parejas homosexuales. Es decir: la Iglesia tiene que estar constantemente comulgando con ruedas de molino para no hacerse antipática a la dictadura de lo políticamente correcto.

De acuerdo con que la gente viva su vida como le dé la gana y haga de su capa un sayo siempre que la ley se lo permita. Lo que no se puede es intentar cambiar la doctrina católica y doblegar la voluntad del mismísimo Dios para que la ley cristiana se acomode a mi vida, en lugar de adaptarme yo a la ley de Dios.

Pues que intenten salirse con la suya y se rían de sí mismos, porque de Dios, no se ríe nadie.