El que el regidor de esta ciudad haya conseguido para ser reelegido una mayoría absoluta en las elecciones municipales del pasado 24 de mayo no ha constituído ninguna sorpresa para este servidor. Por varias razones.

La primera ayuda, probablemente, se la haya proporcionado el hecho de que el PP presentara a última hora como candidata a una señora que casi nadie conocía en Vigo. Por otra parte, eso que los entendidos denominan "política de gestos" también cuenta. Y uno de esos gestos que no deja de tener importancia ha sido el hecho de que el alcalde actual tuvo que poner "firmes" a los extremistas --supongo que de la extrema izquierda--, que venían azuzándole para que fuera destruida la Cruz del Castro porque era "cosa de Franco".

Abel Caballero se mantuvo en su sitio y, a última hora, una vez borrados de la misma los símbolos franquistas, dijo que la cruz permanecería en su sitio, porque representaba algo mucho más importante que la etapa de una dictadura. Luego hubo otro problema: el barco pesquero "Bernardo Alfageme", con un importantísimo historial, construido en el año de 1944 en los astilleros vigueses de Barreras, que se hallaba abandonado desde hacía muchos años, y el alcalde ordenó su colocación en una rotonda del barrio de Bouzas, una vez limpio y decentemente preparado, para ser visto por todos, como una especie reliquia del pasado marinero. Siempre me pareció acertado, que ese histórico barco fuera conservado y expuesto, como recuerdo del pasado --y que conste que soy de tierra adentro--, porque Vigo y la mar son un matrimonio indisoluble. Los gestos para llegar a acuerdos con la oposición, cuando se hacen en beneficio del ciudadano, son siempre positivos y, si no dan un número concreto de votos, sí crean opinión favorable para las personas que los practican.