Hay culturas que supieron endulzar el trance de la defunción. En México alzaron ofrendas y altares arco iris. Halloween y Samaín resucitaron a zombies y brujas. Las calabazas ya no eran carrozas doradas. Han proliferado comedias, Guantanamera o Cuatro bodas y un funeral, que saben reírse de lo inevitable. Nuestro Último Verano en Escocia da una vuelta de tuerca.

Lo que parecía una roadmovie acaba en un caserío para celebrar el setenta y cinco aniversario del abuelo. Un anciano bonachón aquejado de cáncer que busca sus últimas experiencias. Fotografía de las rías del gélido Atlántico Norte aliñadas con sonidos celtas de TheWaterboys.

Los nietos aún no han corrompido su inocencia. Jess, otra Miss Sunshine, dota de sentimientos a sus piedras Eric y Norman; sin inquietarse por sujetar el volante de su padre dormido; ya lo hiciera Lisa Simpson.Mickie se desvive por los vikingos. Nos desvela un falso mito, sus cascos no llevan cuernos.La mayor, Lothie,es racional y responsable.Apunta en su cuaderno las mentiras que cuentan sus papás, seres a los que solo les importa encubrir su divorcio ante la familia.

Juntos descubrirán que los mayores tienen muchas dificultades en ponerse de acuerdo.Averiguan que es la homosexualidad y que la vida es finita."Sé que es la muerte por el papá de Simba y la madre de Bambi".Quizá estén disfrutando de los banquetes del Dios Odín en el Valhalla.

El tío es despreciable.Un monstruo fuera del lago. Un banquero avaro y crispado.El de la falda de cuadros deja claro que su voto en el referéndum de septiembre fue sí a la escisión de Escocia. Es el culpable de que su mujer tenga continuados brotes psicóticos. Comportamientos patológicos como matar abejas o el incidente del súper.Pero sobreprotege a su hijo adolescente.

El desenlace desmerece. El objeto es maquillar a los personajes que mostraran más arrugas e imperfecciones. Con la sempiterna moraleja de que las fuerzas del bien se salen con la suya.