Hace poco escribí una carta a este mismo periódico mostrando mi desaprobación por la celebración de unas fiestas parroquiales en Val Miñor, en los días cercanos al accidente ferroviario de Santiago de Compostela (se había declarado luto oficial por el mismo). Por fuentes próximas, he sabido que se iba a celebrar un concierto de Celtas Cortos en una parroquia cercana a Vigo y que, dicho concierto, debido al accidente, decidió posponerse. En cambio aquí, en determinadas zonas de Val Miñor (por desgracia, supongo que no habrá sido el único sitio dónde no se hayan pospuesto las fiestas), optaron por no aplazar los festejos y, aún a pesar de lo ocurrido, celebrarlos (ya lo critiqué mostrando mis argumentos en su día en dicha carta; no voy a volver a hacerlo aquí).

Pues bien, al parecer, unos representantes de dicha comisión de fiestas han estado estos días "olfateando" por la zona y preguntando en establecimientos acerca de mi persona y de quién era yo. Esta situación me recuerda a unas peculiares "familias" de Sicilia a los que tan acostumbrados estamos de películas, que se dedican a querer tener controlada su "zona" y a llamar al timbre de las casas cuando quieren saber algo de alguien.