Ayer, mi mujer me pregunta: ¿quieres acompañarme, al dentista? ¡Que va!, no tengo ganas de verlo, ¡ya lo tengo muy presente! A ser posible, cruz y raya.

Te conozco y algo quieres decir. Tú verás, llegas, tomas asiento, esperas, hasta que una amable señorita te dirá: ¿quiere pasar? Tú que te cagas de miedo, te haces fuerte y entras de valiente, como los toros, a sabiendas de lo que te esperas.

Entonces te saluda con afecto el temible Dr. Sacamuelas, que va observando cómo te va joder. Y tú malamente le contestas a derechas, pensando en como vas a contener sus ataques. Pero el tiempo es oro y otros esperan. Hay que actuar y dejarse de zarandajas.

Pronto te dirá con gesto diplomático: por favor, tome asiento. Tú, miras para aquel potro donde vas posándote. Él, inmediatamente lo atranca de forma que tú quedas inmovilizado, para que no puedas largarte. Es cuando entonces aprovecha de meterte la mano, suavemente y, te la revuelve allí dentro, -en la boca se entiende-. Tú ya no tienes escapatoria y con la boca bien abierta tampoco podrás pedir auxilio. Reza, cierra los ojos, y pide ayuda a todos los santos, para que te saquen pronto del purgatorio.

Después de darte un repaso, le pide a la sonriente auxiliar, lo que yo asimilo a: tenazas, sierra, pulidora, manguera de agua, pulverizador de bicarbonato, -creo que será por si tragas algún hierro- de algo me olvidaré.

Todo, te lo va sacando y metiendo por un lado y por otro de la boca, para montar un taller. Tú a veces te ahogas, o te hace daño, no importa, no puedes hablar€ Para mayor recochineo, le oyes la broma que el doctor se gasta con la auxiliar, a la que dice: "Mira por donde nos enteramos que este señor es de los del chupito de licor café".

Cuando se agota de zarandearte, retira la tranca y te invita enjuagar la boca que tú, con tal resaca, ya tragas todo y respiras. Te ayudará a ponerte de pie, cuando tú ya no sabes donde estás, y de nuevo amablemente te pregunta: "¿Cómo te encuentras?". Joder€ intenta hablarte de algo más. Pero tú, ya echas mano a la chaqueta que la tal señorita, sonriendo, trata de ayudarte, pero rehúsas, de culo a la puerta, para salir pronto, aún con el miedo en el cuerpo.

Sales para coger las de Villadiego, sin mirar para atrás, pero en la puerta te para la señorita con la que ya no contabas y te dice: ¿Para cuándo le anoto de nuevo? ¿Cómo? "Ah, sí, lo pensaré, la llamaré, gracias, gracias...". E intentas salir de nuevo, hasta que te recuerda: "Son tantos euros". -"Sí, sí...", respondes. Y pagas, claro. ¿Tú volverías?