Supongamos que, conversando con usted, yo afirmo que en mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca. Usted imagina que se trata de uno más de los abundantes cuentos de dragones y, escéptico, replica que le gustaría verlo. Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, unas herramientas oxidadas y una bicicleta vieja, pero ni rastro del dragón. "¿Dónde está el dragón?", me pregunta. "¡Oh!, está aquí, me olvidé de decirle que es un dragón invisible". Usted propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón. "Buena idea, pero este dragón flota". Entonces sugiere usar un sensor de infrarrojos para detectar el fuego invisible. "Buena idea, pero el fuego invisible no da calor." "Se puede pintar al dragón con un aerosol para hacerlo visible". "Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo". Y así sucesivamente. Yo contrarrestro cualquier prueba que me plantea con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, su incapacidad para invalidar mi hipótesis no significa, en absoluto, que ésta sea cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de la maravilla.

La historia del dragón, que he tomado de "El mundo de sus demonios" del tristemente desaparecido astrónomo y maestro de la divulgación científica Carl Sagan, ilustra un erróneo esquema de razonamiento que se aplica con inusitada frecuencia y del que abundan los ejemplos. Así, resulta infructuoso tratar de rebatir las teorías que niegan el holocausto, que ponen en duda la conquista de la Luna o los atentados del 11-S. Podríamos clasificar como argumentos "dragonianos" muchas de las recientes diatribas escritas contra Stephen Hawking por atreverse a exponer públicamente sus dudas razonadas sobre la existencia de Dios, y también algunas columnas en las que se intenta desprestigiar la memoria y el legado científico del gran matemático Alan Turing por ser homosexual confeso. En todos estos casos lo que se nos pide es que acabemos aceptando, basándonos en sospechas, suposiciones, barruntos o pálpitos, lo que se nos dice.

Señor director, pese a las numerosas historias y leyendas, ¿sabe de alguna prueba fidedigna de la existencia de dragones?