Me ha resultado descorazonador leer una de las noticias que en primera página se publicó estas semanas en todos los periódicos de Galicia. Una juez acaba de anular la orden de expulsión (contraria a derecho, según su señoría) de un individuo (extranjero sin papeles) que llevaba residiendo varios años en Galicia ilegalmente.

Las razones: que trabaja, que está integrado, y que tiene un montón de amigos y amigas vociferantes que claman por él. ¡Caramba!, se me acaba de ocurrir que voy a reunir a mis amigos y con su ayuda, le voy a pedir a gritos a mi jefe que me dé una medalla y de paso me pague un viaje al Caribe por ir a trabajar en estos últimos veintitrés años; patético. Me gustaría que su señoría se pusiera por un momento en mi lugar.

Hace cuatro años que me casé en Cuba con una ciudadana cubana. Yo soy español. Nuestro matrimonio fue legalizado por ambos gobiernos, y tenemos nuestro libro de familia de mi gobierno, el español. A día de hoy, España no ha concedido el visado familiar a mi esposa, y por consiguiente, sigue viviendo en Cuba. Yo sólo puedo permanecer un máximo de tres meses al año allí, y al cabo de ese tiempo, si no me voy se me expulsa.

A cambio España regala 11 meses de estancia anual a los cubanos casados con españoles.

Me gustaría que algún abogado me informe de los trámites para renunciar a la nacionalidad española; me sería más útil ser natural de Burundio o de la república de Swazilandia, por poner dos ejemplos, y así las autoridades de mi gobierno me tratarían mucho mejor.

Por lo visto en España importan más los derechos de un extranjero en situación ilegal que los de un honrado ciudadano español. ¿Creen que así se evita la xenofobia? Espero que el abogado del Estado recurra la sentencia, y éste individuo sea expulsado de mi país por haber incumplido la ley, igual que si yo la incumplo, se me castiga. Y no me llamen racista, sería demasiado fácil: mi mujer es mulata, y la respeto más que mi país.