Existe una habitual creencia que sostiene que la filosofía no vale para nada y que quizá por ello haya que no sólo unificarla con un saber que le hace perder su individualidad "la ciudadanía", sino que habrá que amputarla recortándole una hora de las que tenía en bachillerato. Sin embargo es necesario indicar que sólo desde una actitud filosófica, enseñable, uno se cuestiona, se pregunta, no se da nada por supuesto sin que merezca la pena una reflexión, un análisis.

Quizá en el mundo actual estas tareas sean superfluas, ya que la celeridad de acontecimientos y de la información hace que un saber sistemático y profundo no interese, valorándose más lo mercantil, lo consumible, en general todo aquello que produzca beneficio. A pesar de ello la filosofía se muestra como un saber necesario pudiendo desempeñar múltiples funciones relevantes, así, fomenta la argumentación racional y el diálogo, concluyendo en una abierta tolerancia hacia posiciones divergentes, provee de un criterio para una crítica analítica ante cualquier problema de índole humano, enseña a pensar de un modo autónomo y personal, es un instrumento de transformación y cambio y dota de capacidad de decisión para una determinada acción. Quizá estas sean competencias que desde la consellería de educación no son importantes.