Aristóteles, en su "Organom" declara que "la obra propia del que sabe es doble: primero no engañarse a si mismo en lo que sabe y, después, poder desenmascarar al que engaña". Porque, humildemente, reconozco ser inope en muchos saberes, en casi todos, vaya por delante que es atrevimiento por mi parte ocuparme en hablar de la oportunidad y acierto en el uso de algunas palabras, tanto en el parlado lenguaje como en el escrito.

Como los antiguos sofistas de la Grecia milenaria hacían, no voy a discurrir por los pórticos y ágoras con la única intención de impugnar cualquier cosa que me proponga, simplemente por el prurito de disputar y menos de vanagloriarme; pero en verdad que mi indigencia no es tanta como para no percibir cuando se incurre en crasos errores en el uso de algunos vocablos, incorrecciones que no tan sólo conducen a engaño (engaño en su significado) sino que, además de no expresar lo que se pretende, lleva al lector menos avisado a incluirla en su vocabulario, generalizando así su incorrecto uso y constituyendo, en definitiva, una depravación del idioma. "El dardo en la palabra" del fallecido Fernando Lázaro Carreter, recordado presidente de la Real Academia Española de la Lengua, nos dice mucho al respecto.

Conviene entrar en materia y en el menor espacio posible. Comencemos por "detenta" o "detentar". Son palabras que vemos impresas y las oímos a diario, aunque las más de las veces su uso sea incorrecto. Nos remitimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua: ¿Se utiliza correctamente? Veamos un ejemplo.

Leemos: Una determinada personalidad "detenta la presidencia de la entidad, al resultar elegido en el transcurso de la Junta general celebrada ayer por la sociedad...". La contradicción es de bulto, porque "detentar", según el diccionario es: "1: retener alguien lo que manifiestamente no le pertenece; 2: retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público". Indudablemente es presidente legítimo; no retiene sin derecho como se viene a decir. Este es un ejemplo de tantos que a diario vemos.

"Sofisticado". El mismo diccionario dice: "Sofisticar: Adulterar, falsear una cosa". La acción de sofisticar es sofisticación ("acción y efecto de sofisticar") y, realizada ésta, la cosa -lo que sea- queda sofisticada, palabra que también puede significar "falto de naturalidad, afectadamente refinado", así como "elegante, refinado" o "complicado" cuando se refiere a aparatos, técnica o mecanismos.

En reportaje publicado hace ya unos cuantos años -quizá más de una decena- en una revista semanal de ámbito nacional, se distinguía a un célebre restaurante madrileño como "el más sofisticado" para, a seguido, añadir que "conquista el centro de la cocina madrileña a principios de siglo con su famoso cocido o los callos".

Flaco favor le hacen al tal restaurante con eso de "el más sofisticado". ¿Es que los ingredientes de esos famosísimos platos no son auténticos y se hace

creer a los comensales que ingieren lo que no es aunque a la vista parezca? También podría tratarse de destacarlo como elegante y refinado. Resulta difícil creerlo así a la vista del tono encomiástico aplicado al cocido y los callos que se ensalzaban en el reportaje.

Ya a principios del pasado siglo -con fecha 23 de diciembre de 1908- allá por los años en que ese restaurante cimentó su fama, fue dictado un Real Decreto para "evitar la sofisticación de materias alimenticias". En su primer artículo decía: "Queda prohibido, en interés de la salud pública: I. La fabricación, almacenamiento y venta de substancias alimenticias falsificadas o alteradas... IV. Todo engaño o tentativa de engaño sobre el nombre, origen, naturaleza, uso, peso, volumen o substancias que se relacionen con alimentación". Seguro que aún está en vigor.

¿Está bien utilizado eso de "muy sofisticado" en el contexto del reportaje a que nos referimos? ¿Es que ese establecimiento madrileño se hizo famoso precisamente por la perfecta simulación de alimentos muy conocidos? Lo más probable es que hubiera sido mejor decir que la cocina es excelente, con presentación vistosa, llamativa, sugestiva a la vista, como premisa del inminente deleite del paladar.

Vayamos con otras palabras mal utilizadas en información difundida por radio, televisión y prensa. Veamos algunos ejemplos: En un rotativo madrileño leíamos el pasado 9 de febrero: "Bhuto murió por efecto de la explosión... al atribuir el fallecimiento a un golpe en la cabeza provocado por la onda expansiva de la deflagración...". En un rotativo gallego leíamos el 5 del mes de marzo: "Un artefacto casero hace explosión sin causar daños. Los "cócteles molotov" fueron colocados en la calle... aunque uno de ellos no llegó a deflagrar". Podría citar muchos más ejemplos; pero basta con decir que en el diccionario se dice: "Explosión: liberación brusca de una gran cantidad de energía encerrada en un volumen relativamente pequeño...". "Explotar: explosionar, estallar, hacer explosión", mientras que "Deflagración: acción y efecto de deflagrar" y, por último -muy importante- "deflagrar: arder una substancia súbitamente con llama y sin explosión". Por tanto, una explosión no es también una deflagración, aunque ésta -eso sí- pueda producir la explosión de una bombona de butano -pongo como ejemplo- o cualquier "otro volumen relativamente pequeño con energía encerrada"; pero seguirá siendo la explosión la causa de "la onda expansiva" que se produzca, salvo que la Academia de la Lengua haya cambiado los significados de las dos palabras que comento. (El último diccionario que consulto acabó de editarse en marzo de 1997).

Finalizo con otra palabra que también he visto mal utilizada: calidez. En el texto se pretendía elogiar la calidad y no era así porque realmente se hablaba "de cálido, calor, ardor", significado real de la palabra "calidez".

Podría extenderme más porque los ejemplos de esta índole abundan, pero creo que ya me excedí en este un tanto largo texto.

Hay plumas señeras de nuestras letras cuya intervención en estas lides resultaría más eficaz, tendría mayor resonancia; pero hoy me he atrevido a detentar su puesto.

Pido disculpas.